Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprogramas de Especialización y Maestría en Lectura y Escritura
Curso: Fundamentos Pedagógicos de la Lectura y la Escritura
Profesora: Angélica Silva
Nombre y Apellido: Ana I. Ruiz
Sección: 001
La lectura y la escritura ¿actividades de construcción?
(Texto de opinión)
Cuando revisamos bibliografía sobre el concepto o la definición de educar, a menudo nos encontramos con verbos como dirigir, desarrollar, fomentar, perfeccionar y formar, entre otras. Todas esas palabras, las cuales sin duda remiten inmediatamente a la consecuencia de educar, dejan hoy ver la otra cara del acto de educar, es decir, a quien debe ser educado. Por esa razón, al pensar en quienes son los educados ya no son los verbos los que entran en juego, sino los adjetivos los que describen qué se espera de un sujeto al ser o estar educado como seres integrales, reflexivos, críticos, autónomos y capaces de vivir en sociedad. Ahora bien, detengámonos un poco a pensar otro concepto de igual forma relacionado con la educación y el educando, es decir, la noción integral. Según diversos documentos, lo integral está asociado a la atención del individuo como ente biopsicosocial, lo que quiere decir que educar significa entonces, formar seres atendiendo y respondiendo a sus intereses y necesidades tanto biológicas, como psicológicas y sociales. En consecuencia, la educación ha necesitado y necesita el apoyo de otras ciencias como la psicología, la sociología, la biología, la lingüística, entre otras, para orientar mejor su papel o función y manifestar ese carácter integral en la conjunción de disciplinas que explicamos.
Sobre la base de lo antes señalado, la psicología ha constituido para la educación su mayor apoyo, visto que como ciencia ha estudiado los procesos mentales del hombre, su conducta y su proceso de aprendizaje, por lo que la generación de conocimientos significativos en el área de la educación que nos interesa resaltar están comprendidos en la rama de la psicología del aprendizaje.
En consecuencia, la psicología de la mano con otras ciencias, ha permitido el nacimiento durante las últimas décadas de distintos enfoques, modelos y teorías de aprendizaje (i.e.,conductismo y cognoscitivismo) cuyos planteamientos o supuestos han orientado y orientan el quehacer educativo. Para ejemplificar esta aproximación teórica sobre la lectura y la escritura veamos en el siguiente ejemplo cómo un quehacer didáctico se redimensiona si el maestro tiene claro el sustento teórico de la lectura y la escritura. Paola y Leugym son dos niños de 7 años que ingresaron al primer grado que dirijo como maestra de aula en el Instituto Técnico “Jesús Obrero”. La niña (Paola) conoce las letras, forma sílabas, pero manifiesta rechazo y miedo por la lectura, el libro que utilizó en preescolar “Mi Angelito”. El niño (Leugym) por el contrario lee con mucho interés, evidencia disfrute, agrado, inclinación hacia todo tipo de textos sobre todo cuentos porque manifiesta que en preescolar su maestra leía mucho. De este particular y resumido ejemplo se desprende una conclusión y varias interrogantes sumamente importantes: es notorio que las maestras de esta historia están “casadas” con un enfoque didáctico que a su vez es producto, obviamente, de una teoría psicológica del aprendizaje que aprendieron durante su formación académica. En tal sentido, eso permite preguntarnos ¿Por qué dos niños en el mismo grado perciben diferente la lectura? ¿Cuál sería el enfoque de iniciación de lectura empleado por la maestra del preescolar?
Para comenzar, la diferencia entre un enfoque y otro obedece a un paradigma de enseñanza y aprendizaje distinto. El primero, relaciona a una postura psicológica conductista, la cual deriva en un modelo y enfoque evidentemente conductual ,donde el aprendizaje es concebido como la respuesta a un determinado estímulo y el individuo es un ente pasivo, que va a la escuela para ser llenado de conocimientos. El segundo, una postura psicológica cognoscitivista, que de igual forma da origen a modelos y enfoques cónsonos con la misma, pero que concibe al niño como un ser activo en su proceso de aprendizaje, con información previa relevante para el mismo y donde sus intereses, necesidades, edad, gustos son tomados en cuenta porque para nosotros, los defensores de esta postura, aprender es un proceso.
Seguidamente, es notorio que la noción de lectura, escritura, lengua y aprendizaje de las maestras que iniciaron la lectura y la escritura en el preescolar es completamente diferente. Una de ellas apegada a un libro de iniciación de lectura y otra con ideas más funcionales y comunicativas al usar cuentos. Asimismo, es evidente que concebir que la lengua es sólo un conjunto de signos lingüísticos, que la lectura es un mecanismo de percepción de ellos y la escritura es la trascripción de los mismos, constituye una visión bastante restringida y poco significativa para los niños que inician su aproximación al código escrito; basta con regresar al ejemplo de Paola, niña inmersa en un mundo de letras, sílabas y frases sin adecuación a su contexto, intereses y necesidades, para conocer por qué lejos de despertar motivación, pasión y goce por leer y escribir se crea un muro difícil de derribar durante los primeros grados de educación básica.
En consecuencia, relevante es comprender que leer y escribir son procesos, que según estudiosos como Piaget y Vigotsky manifiestan diferencias tanto en los aspectos de comunicación como de función, y que son actos de naturaleza psicosociolinguística de comprensión y producción como expresaría Fraca de Barrera, L. (2001). En el caso de la lectura la interacción entre el texto y los conocimientos del lector determinan un proceso dirigido a la comprensión. Mientras que en relación con la escritura el proceso del que hablamos es de producción, porque se vale del código gráfico para representar significados en un texto con un previa intención u objetivos establecidos. Además, si a ello le sumamos que el niño es un usuario de la lengua con conocimientos intuitivos sobre el uso de la misma, rápidamente comprendemos que el enfoque de la maestra de Leugym sembró en su alumno placer, amor, disfrute e interés por adquirir el código escrito.
Atendiendo a todo ello, es inaceptable pensar que en la actualidad todavía en muchas aulas se enseñe a leer utilizando silabarios, o libros como “Mi Angelito” o “Nacho”; libros con páginas llenas de oraciones como “Mi papá me mima” o “Mi papá fuma la pipa” cuando existen tantos aportes de posturas pedagógicas como el constructivismo o en el área de la lingüística, la lingüística del texto. Ambas posiciones orientan, desde mi punto de vista, el proceso de enseñanza y aprendizaje de la lengua escrita entendiendo que el niño es un ser activo, poseedor de un mundo de información relevante y significativa en su aprendizaje. Ciencias como éstas han contribuido a fortalecer, por un parte, muchas de las informaciones que defienden que escribir y leer son dos actividades complejas que requieren de un docente innovador, creativo e investigador. Por otra, ciencias como éstas han permitido al maestro asumir que su papel va más allá de enseñar letras, números, a copiar la fecha o a encontrar informaciones de una enciclopedia.
Por consiguiente, pienso fundamentalmente que durante la Primera Etapa de Educación Básica, el docente tiene como compromiso ofrecer a sus alumnos diversas estrategias con el propósito de “enamorarlos” de la palabra escrita; ésta debe ser una de las principales tareas del educador de los primeros años de escolaridad. Nuestros niños naturalmente manejan la oralidad, y paradójicamente llegan al colegio con el anhelo de aprender a leer y a escribir. Sin embargo, ese deseo se aniquila a través de actividades tradicionales como las copias, los dictados, las caligrafías, la lectura de textos poco interesantes de manera casi obligatoria para corregir ortografía y la escritura de palabras y oraciones sin sentido. Echar mano de los aportes de investigadores como Lucía Fraca de Barrera, Luis Barrera Linares, grandes psicólogos como Jean Piaget o Lev Vigostsky, considerados éstos últimos como los padres del constructivismo y socioconstructivismo, es una de las razones para conseguir guiar nuestros fundamentos pedagógicos en el área de la enseñanza de la lengua materna y en especial de la lectura y la escritura.
Ahora bien, para profundizar en el desarrollo de estrategias desde esta perspectiva constructivista recojo en estas líneas, según Aguirre y Serrano (2006) algunas de las estrategias que como docente he implementado en aula: la narración de cuentos, la utilización en el aula de diversos tipos de textos, la creación dentro de la misma de un rincón de lectura, la construcción de periódicos, revistas, carteleras, bancos de poemas, leyendas, fábulas, retahílas, adivinanzas e implementación de un correo escolar para que los niños tengan la oportunidad de escribir cartas o tarjetas para sus compañeros o docentes, diseñar cajitas para depositar diariamente observaciones que deseen hacer a algún compañero que agrede o a aquel compañero que quiera felicitar; en fin, muchas son las estrategias, recursos y actividades que les abren a nuestros niños el mundo mágico de la lectura y la escritura.
Finalmente, la invitación es a entender que el papel del docente en la iniciación de la lectura y la escritura es crucial no únicamente en la vida académica del niño sino también en su futuro, puesto que leer y escribir no son actividades escolares sino actividades sociales. Entender que es necesario y urgente erradicar las prácticas pedagógicas tradicionales como las copias o el dictado es el llamado de atención al maestro en ejercicio. Si se desean implementar estas actividades tradicionales en el aula, ellas deben hacerse con la plena conciencia de su propósito o finalidad. El evidente daño que estas actividades rutinarias han hecho a nuestros estudiantes durante los últimos años ha sido inmenso. Igualmente, asumir que los planteamientos de la postura cognoscitiva, constructivista y lingüística orientan y explican de mejor manera procesos tan complejos como la lectura y la escritura, es definitivamente pensar que leer y escribir son actividades de construcción.
Referencias Bibliográficas
Aguirre, R. y Serrano, S. (2006). Un espacio para leer y escribir. Estrategias para la promoción de la lectura, la escritura y la literatura. Caracas: El Nacional.
Fraca de Barrera, L. (2001). La comprensión textual como proceso psicosociolinguístico. Candidus, 16 (3), 94-95.